Jaime Echeverri
Cúcuta, 2007
Fotografía de Triunfo Arciniegas
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Jaime Echeverri
“Cada ficción trae sus propias leyes”
Versiones, perversiones y otras inversiones es un libro que todo buen lector disfrutará y releerá. Conciso, elegante e irónico, refleja todo el talento y el oficio de Jaime Echeverri, quien sin aspavientos ni concesiones, con la devoción del descreído y un acento colombiano que deviene universal, ha enriquecido la literatura hispanoamericana desde la aparición de Historias reales de la vida falsa (1979), su compilación de cuentos premiados. Profesor en la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional y tutor de algunos de los narradores colombianos con mayor proyección internacional, su obra también la componen las novelas Reina de picas y Corte final.
Con motivo de la aparición en España de Versiones, perversiones y otras inversiones accedió a responder algunas preguntas.
—Todo nuevo libro tuyo debería estar a disposición de los lectores. ¿Por qué no se distribuirá en Colombia?
—Como tú sabes mis libros han aparecido tanto en Colombia como en México, donde José María Espinasa, es decir Ediciones Sin Nombre, me incluyó en su fondo y lo hizo porque apuesta a futuro y se arriesga con autores no comerciales. Y no porque no quiera que sus libros se vendan, sino porque cree que hay allí valores que las casas editoriales grandes, multinacionales, no consideran rentables. Para decirlo de otra manera, tiene un criterio editorial distinto al mercantil. Aquí no existen editores con criterios claros. Los más poderosos no tienen políticas editoriales. Buscan recuperar con rapidez su pequeña inversión. Publicar un libro aquí no es fácil para un autor como yo, preocupado por mantener ciertos niveles de escritura superiores a los estándares marcados —por lo general— por periodistas incultos de radio, prensa y televisión, comunicadores semianalfabetas que no pasan de saber de oídas ciertos nombres y no cumplen su misión informativa, pues deberían reseñar los libros que van saliendo. El libro aparece en España porque Antonio María Flórez, buen escritor y buen amigo, propuso a la Editora Regional de Extremadura incluir autores latinoamericanos en su catálogo.
—Versiones, perversiones y otras inversiones remite a un libro anterior…
—Sí. La diferencia está en que en esta nueva edición de Versiones y perversiones he incluido cuatro textos que antes no aparecieron en libro y he agregado una nueva parte con dos cuentos un poco más largos. Entre los cortos —para que no se pierdan en publicaciones periódicas— agregué “Cena de navidad”, el primer cuento mío publicado en un suplemento cultural de circulación nacional a fines de los años sesenta, y “El jardín del guerrero”, cuento breve ganador de “Las 500”, exitoso concurso de la revista El Malpensante, en el 2004.
—¿Y ahora qué viene?
—Espero que editen un nuevo libro de cuentos. Es curioso, los editores no ven el cuento como género publicable. Sin embargo, veo que hay mucha gente que lee y compra libros de cuentos. Creo que aquí hay prejuicios. O mal manejo industrial y comercial.
—¿Cuál es tu expectativa con el libro editado en España?
—Ninguna. Aquí no lo van a reseñar, entre otras cosas, porque el reseñador serio es Afanador y su espacio es pequeño y está sometido a los estrechos lineamientos de Semana. En Arcadia, que sería otro escenario posible, tienen un concepto bastante extraño, por no decir deplorable, de cultura y de libros. Pero te ruego que no tomes estas opiniones como quejas sino simplemente como la constatación de un fenómeno que algún sociólogo de la literatura abordará algún día.
—Eres tutor o asesor de varios narradores colombianos, algunos muy exitosos. ¿Cómo desarrollas esta labor? ¿Ha cambiado en algo tu forma de entender el oficio literario?
—La asesoría, esa labor tutorial especializada, ha sido para mí una experiencia enriquecedora. En muchos sentidos. En primer lugar, me enseñó a respetar el trabajo de los otros y tratar de comprender sus intenciones. Sólo así podría captar y comprender algunos aspectos de su texto y poder distinguir la estructura de la obra. A nivel interior significó ejercer sinceramente la modestia, la ocultación de mis propios motivos y de mis ambiciones para situarme en los del autor que me muestra sus ficciones. Sólo de esa manera se puede respetar la voz. Resulta extraño y al comienzo, hace más de quince años, no fue fácil. Pero fue un ejercicio de humildad en el mejor sentido del término. Cuando un escritor es consultado, por lo general responde desde su criterio muy personal, ese que guía su propio trabajo. Pero al distanciarse de su propia visión, puede ver aspectos técnicos que de otra manera le son vedados. Digamos que la asesoría me ha servido para refinar mi percepción de las técnicas y así encontrar aquellos puntos fuertes o débiles de un texto desde el texto mismo. Tú sabes que cada ficción trae sus propias leyes. Y detectarlas es fundamental para brindar un trabajo honesto a quien consulta. También me ha enseñado que cada escritor tiene que vivir sus propios momentos, es decir que aunque tenga capacidades, aunque tenga mucho talento, puede estar en una etapa en la que no le es posible abordar la escritura de su obra sino desde sus circunstancias personales, desde sus obsesiones del momento. Son pequeños datos, parecen insignificantes pero si no se los considera el trabajo no resulta. En verdad me gusta ver la transformación de un texto en mi laboratorio y me gusta ver cómo el autor se sorprende al ver todos los textos ocultos que trae su escritura.
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