lunes, 29 de junio de 2015

Muere el escritor James Salter a los 90 años


James Salter

Muere el escritor James Salter 

a los 90 años de edad

Era uno de los escritores estadounidenses más poderosos y completos de las últimas décadas. Las dos palabras que mejor resumen su hacer son luminosidad y sensualidad.

    James Salter
    James Salter. / PASCAL PERICH
    James Salter (Nueva York, 1925), narrador norteamericano cuyas obran destacan por lo sutil y exquisito de su prosa, falleció el pasado viernes en su casa de Sag Harbor, apenas diez días después de haber cumplido noventa años. Su muerte ha cogido por sorpresa a sus más allegados, ya que tras una intervención quirúrgica rutinaria, el autor se recuperaba con perfecta normalidad. Tuve el privilegio de conversar con el novelista en su casa de Bridgehampton, en Long Island, con motivo de la publicación de Todo lo que hay (2013), su última novela, editada cuando Salter contaba 87 años de edad.
    Su forma física era entonces perfecta. Era un hombre elegante, atractivo, no muy alto, de mirada intensamente azul y postura de una firmeza que inevitablemente hacía recordar que siendo adolescente fue cadete en West Point, y posteriormente, piloto de guerra por espacio de 12 años. La experiencia del vuelo solitario, al margen de las connotaciones de lo que en su caso significó haber participado en un centenar de acciones de combate, dio lugar a algunas de sus páginas de mayor belleza y profundidad.

    Prosa luminosa

    Uno de los rasgos definitorios de su escritura es la luminosidad de la prosa; otro, la sensualidad con que celebra los más diversos aspectos de la experiencia humana. Salter representa el triunfo de la literatura en el sentido más auténtico, áspero e implacable de la palabra. Sus páginas son el resultado de una vida vivida sin filtros retóricos ni componendas artísticas. En los círculos literarios de Nueva York todo el mundo sabía perfectamente quién era, aunque durante años agentes y editores se desentendieran de él. Fue admirado sobre todo por sus colegas de oficio.
    Escribía lentamente, con extraordinario rigor y claridad, transmitiendo una jubilosa sensación de vitalidad y asombro ante el milagro elemental de la existencia. Novelas como Juego y distracción (1967), Años luz (1975), o la colección de cuentos La última noche (2005) llevan a cabo una disección de los aspectos más profundos e inquietantes del deseo sin parangón en la literatura de nuestro tiempo.
    Tras un silencio novelístico de 35 años, Salter publicó Todo lo que hay (2013), obra en la que se deshizo de la carga de preciosismo presente en sus obras más conocidas, logrando el punto de mayor depuración de su larga trayectoria literaria. Con esta novela tardía le llegó, por fin, un reconocimiento que ni había buscado ni estaba dispuesto a permitir que interfiriera con su vida. “Me siento atrapado”, confesó en su conversación conmigo. “Si me hubiera ocurrido en un momento anterior de mi vida, lo habría vivido de otro modo. La verdad es que a estas alturas todo eso me sobra”. En su juego de luces y sombras con la celebridad que le era hurtada, Salter desgranó a lo largo de los años un escogido número de títulos exquisitos que incluyen, además de las novelas mencionadas, libros de memorias (Quemar los días, 1997) y colecciones de relatos (Anochecer, 1988; La última noche, 2005).
    Para comprobar la grandeza y profundidad de su escritura es suficiente con leer el relato que da título a La última noche. En este cuento, de una sobriedad devastadora, el amor y la muerte se enfrentan de un modo que jamás se había visto antes en la literatura, mostrando simultáneamente la grandeza y mezquindad que a veces se asoman al horizonte de la pasión amorosa.

    El terreno de su ficción

    Tal vez no haya una palabra capaz de describir con precisión el territorio en que se mueve el escritor. A la pregunta de si la pulsión erótica era el centro de su obra respondió: “Escribir acerca de algo así exige un elevado grado de control y conocimiento. Hay que dar con el lenguaje adecuado. Lo que hago es genuino pero no tiene nada de mágico. Hay cosas que son totalmente tabú y está el peligro de convertir a los personajes femeninos en objetos. Es difícil sortear ese peligro porque a la hora de describir lo que sucede durante el encuentro físico entre los cuerpos, no se puede negar que tiene lugar un proceso de objetivación, no de un sexo u otro, sino del proceso en sí. Las diferencias entre el hombre y la mujer son reales, somos criaturas diferentes, eso es algo que existe en la realidad, algo que guarda relación con la forma de hacer y de sentir, y que hay que saber llevar a la página. Por supuesto, el amor tiene muchas facetas, pero ¿qué hay más profundo que el encuentro sexual en sí? Escribo acerca de lo que sé y de lo que siento y lo que he vivido, que es auténtico y genuino independientemente de que guste o interese”.



    viernes, 26 de junio de 2015

    Guillermo Martínez / Un escritor y sus registros




    Un escritor y sus registros

    Guillermo Martínez, ganador del Premio Iberoamericano de cuento Gabriel García Márquez que entrega la Biblioteca Nacional de Colombia, habló con Arcadia en Buenos Aires sobre sus nuevos proyectos y las ideas que rondan su escritura desde hace veinte años.
    Arcadia, 2015/06/16
    POR VICTORIA HOYOS

    Desde BUENOS AIRES
    Me tomo un café con Guillermo Martínez en un lindo bar del barrio porteño de Belgrano. La tarde está nublada pero él está muy tranquilo y conversamos fluidamente. Escritor y matemático, ha ganado diversos premios literarios como el Premio Hispanoamericano de Cuento García Márquez en Colombia con el libro de relatos Una felicidad repulsiva.
    Algunos críticos han dicho que los escritores siempre navegan sobre los mismos temas u obsesiones ¿cree que eso es verdad? Y si es así ¿Qué elementos recurrentes están en usted a la hora de crear?
    No creo que sea así, los escritores se pueden dividir en dos maneras. Están los que siempre tocan la misma tecla, manejando el mismo estilo y navegando en la misma zona y los escritores que intentan registros muy diferentes, como por ejemplo Thomas Mann, por dar un caso. Yo me siento identificado con la variedad de registros. En mis cuentos está el registro familiar, también el político, erótico, el género de terror. Mis novelas también son diferentes en ese sentido. La novela de iniciación fáustica llamada Acerca de Roderer, después una novela de escritores que es La mujer del maestro, una novela policial, cuasi inglesaCrímenes imperceptibles, luego una especie de policial psicológico abstracto que es La muerte lenta de Luciana B, y después una novela erótica que es Yo también tuve una novia bisexual.           
    Si reconozco una recurrencia en el sentido de que en todas mis novelas sigo lo que yo llamo una “línea teórica del conocimiento”, y hago pesar ese tema dentro de la trama dramática. Por ejemplo, enAcerca de Roderer cómo se podría recrear el mito fáustico en el mundo contemporáneo a través de las matemáticas.
    ¿Cuál tema disfrutas más, en dónde te sientes más cómodo?
    Me gustan las novelas donde hay escritores, porque me permiten naturalmente explicar algunas cosas sobre la literatura, pero a la vez pienso que allí hay algo de un perro que se muerde la cola, entonces a veces es mejor jugar con otros personajes. Me divertí mucho conCrímenes imperceptibles, pero con La muerte lenta de Luciana B pude finalmente aunar en diferentes mundos que había en mis novelas anteriores.


    Me llamó la atención en el cuento “Help me” del libro Una felicidad repulsiva, la vejez expuesta allí no solo como un elemento fantástico sino como aquella instancia triste de abandono y a la vez repulsión. ¿Era esa la intensión en ese cuento?
    Si, acá juego con algo que está en el borde de lo fantástico, algo cuasi vampírico. Esa mujer que de alguna forma en su aspecto exterior lograba disimular esa vejez, aunque algo se filtraba. En el momento crucial donde está en la cama y él ve su pubis blanco, algo que es de una vejez milenaria y que le da al protagonista terror y repulsión. Entonces, sin salir de lo real, es algo que le puede dar al lector diversas  fuertes sensaciones, quizá la mujer haya querido transmitir una regeneración de su juventud a través de una manera vampírica, pero en general la pretensión es ese contraste entre la belleza y el elemento de horror. 
    La composición de una novela comprende la búsqueda de un punto imaginario desde el que uno pueda divisar el todo. Es curioso, porque has dicho que imaginas tus novelas siempre desde el final ¿Tiene esto relación con las matemáticas o a qué crees que se deba esto?
    No, se debe a mi formación como cuentista, es claro eso. La gran mayoría de mis novelas se me aparecieron primero bajo la forma de un cuento. Después en el momento de escribir se fueron ampliando, aparecieron esos costados teóricos, dimensiones. Y cuando uno escribe un cuento, siempre imagina el final, o por lo menos en mí caso. Por eso están estructuradas de atrás hacia adelante. En los cuentos hay algo del arte del ilusionismo, algo falseado que el lector recibe en un primer plano, es un elemento ilusorio. Entonces lo que yo veo inicialmente es como los elementos van a distorsionarse. Justo en "Help me", sabía que el protagonista iba a sorprenderse en esa habitación viendo ese pubis canoso y que ese sería el elemento final del desenlace.
    Hablaste alguna vez sobre referentes literarios muy fuertes a la hora de escribir como Henry James, Mann, Capote ¿De los latinoamericanos, aparte de Borges quienes te han inspirado o a quienes admiras?
    Me gusta el cuentista uruguayo Heriberto Hernández, por supuesto Cortázar. Casi todos los escritores tenemos como un ADN de los rasgos de Cortázar, muy presentes Vargas Llosa, fue quien más me intereso del boom. Carpentier y García Márquez, sobretodo sus novelas cortas, muy cercanas al policial norteamericano como La Mala hora, o La Hojarasca.
    ¿A qué atribuye el éxito de sus obras?
    No sé si éxito, pero me sorprendió Crímenes imperceptibles, porque en ella quería mostrar el mundo de los matemáticos, como hablan, las clases de ideas que tienen y pensé que no sería una novela fácil de entender. Ahora la leen chicos que están en el secundario y los grandes. Pienso que allí el éxito está en poderla leer en diferentes niveles, un policial llano, como una reflexión epistemológica y a un nivel matemático, entonces le llega a diversos públicos. Después fue llevada al cine. Y Acerca de Roderer sigue reeditándose desde el 92, porque también le llega a chicos y a grandes, entonces ambas generaciones se identifican.
    ¿Ha sentido el terror de la página en blanco?
    No, he tenido más bien largos bloqueos, son momentos en que uno escribió algo y está a la espera de la buena continuación, quizás uno siente que la novela ya avanzó por un camino que quizás no sea el mejor, entonces no saber si retroceder, cambiar algo o arreglarlo más adelante. Sentís que fallan las transiciones, entonces está el cómo resolver esos momentos. Las dificultades a veces te dan soluciones más ingeniosas. Es decir, uno cree que las cosas van a ser de cierto modo, pero no y a la vez surge un giro que las hace mucho más interesantes.
    Yo ahí coincido con las matemáticas, con un teorema por ejemplo. Crees tener en la cabeza una demostración rápida y elegante, pero hay casos que no consideraste y no puedes resolverlo de inmediato, entonces debes ver como desmembrarlo, como encontrarle la solución. Hago como los guionistas, una especie de escaleta, a veces un capítulo se transforma en otra cosa. Y así no solo acelero los acontecimientos con este tipo de formato, los ordeno.
    ¿Estas ahora en algún proyecto?

    Ahora estoy con una novela larga, trata sobre los experimentos con los niños, para ver como aprenden. Es la historia de un chico que nace en una secta, hay un psicólogo que diseña algunos experimentos para ver cómo se forman algunos conceptos en la mente de los niños y el chico es el conejillo de indias de ese médico. Hará un recorrido sobre el tema de la inteligencia artificial y será entre los años sesentas y setentas.



    jueves, 25 de junio de 2015

    The Beatles / Yesterday cumple 50 años


    THE BEATLES

    ‘Yesterday’ cumple 50 años

    La canción de Paul McCartney para los Beatles es la más versionada de la historia


    Todo comenzó una mañana en mayo de 1965. A Paul McCartney se le había pegado una melodía en la cabeza durante un sueño y no conseguía quitársela. Lo que parecía un juego de su mente llegó a convertirse en una de las melodías más reconocibles de la historia del pop en manos de The Beatles. Según sus propias palabras, era como una vieja melodía de jazz, como las que solía cantar su padre y que le hacía volver a su pasado.

    La letra, en cambio, fue otro cantar. Cuenta la leyenda que su autor canturreaba como primer verso “scrambled eggs, oh baby, how I love your legs” (“Huevos revueltos; oh, cariño, cómo me gustan tus piernas”). Lo repitió durante días pero, al final, durante un viaje a Portugal con su chica de entonces, Jane Asher, le puso los versos adecuados.

    Letra de 'Yesterday'

    Ayer,
    Todos mis problemas parecían tan lejos.
    Ahora parece como si
    Estuvieran aquí para quedarse.
    Oh, yo creo en el ayer.
    De repente,
    No soy ni la mitad del hombre que solía ser.
    Hay una sombra suspendida sobre mí.
    Oh, el ayer vino de repente.
    Por qué ella tenía que irse, no lo sé.
    No me lo dijo.
    Yo dije algo malo,
    Ahora añoro el ayer.
    Ayer,
    El amor era un juego tan fácil de jugar.
    Ahora necesito un lugar para esconderme.
    Oh, yo creo en el ayer.
    La canción, finalmente, se grabó el 14 de junio de 1965. Después de una toma con John Lennon en el órgano Hammond, el productor George Martin sugerió a McCartney usar un cuarteto de cuerda. McCartney se resistió en un principio y dijo: “No quiero ser un Mantovani –en referencia al compositor de música ligera italiano, que solía tocar en aquella época en auditorios de Londres-“. Pero sin esos arreglos la canción no hubiese sido la misma.
    Yesterday se publicó en el álbum Help! . Tiene el honor de ser la canción con más versiones de la historia, según el Libro Guinness de los récords. Entre sus más de 1.500 versiones, son famosas las cantadas por Frank Sinatra, Aretha Franklin, Elvis Presley o Willie Nelson. Este monologo interior de McCartney guarda una melancolía mágica. Es casi imposible no quedar seducido por ella. 
    A continuación, te ofrecemos un listado de cinco de las versiones más celebradas de todos los tiempos.
    Una canción eterna

    1. Elvis Presley
    El Rey del rock nunca se entendió con los Beatles, a los que vio como fruto de una generación, la de la contracultura, con la que no sintonizó. De hecho, el encuentro entre los Fab Four y Presley no fue fructífero, nada que ver con el que tuvieron con Bob Dylan. Sin embargo, Presley gustó de versionar algunas de las baladas de los Beatles, idóneas para su garganta galáctica.
     2. Willie Nelson
    El padre de los forajidos del country lleva Yesterday a su terreno, haciendo una de las versiones más emotivas de todos los tiempos. Con su voz profunda y pletórica, Nelson le pone vaqueros a la balada de McCartney, sustituyendo las cuerdas por una guitarra sencilla pero efectiva, como si hubiese sido escrita para cantarse en una cantina de Texas.
    3. Frank Sinatra
    La Voz siempre renegó del rock y afirmó que corrompía a los jóvenes. Pero no pudo resistirse a cantar una canción que estaba por encima de todo un movimiento musical. Con su gran ropaje pop, Yesterdayera una balada intergeneracional y Sinatra supo conservar su poderosa carga melancólica en su propuesta de jazz vocal. Las cuerdas siguen jugando un papel esencial pero, en esta ocasión, se despliegan en un sentido jazzístico más sugerente y lento.  
    4. Aretha Franklin
    La voz femenina más espectacular del soul y, posiblemente, de toda la historia de la música popular no podía dejar de poner su espíritu en esta canción eterna. Con su timbre penetrante de divino filo, Aretha Franklin viste a Yesterday con sus galas vocales. Entre el jazz y el soul, su versión es tal vez la más nostálgica de todas las grabadas por ningún otro artista. 
    5. Ray Charles
    Uno de los pilares de la música afroamericana le dio su esencial toque al piano, a lo que añadió su particular modo de cantar, mucho más lento. 


    miércoles, 24 de junio de 2015

    Like a Rolling Stone / Medio siglo de un hito de la música popular


    Bob Dylan

    ‘Like a Rolling Stone’

    Medio siglo de un hito de la música popular

    Bob Dylan grabó su canción más célebre hace 50 años y marcó un antes y un después






    Una baqueta cae con fuerza sobre una caja y al mismo tiempo un pie golpea el bombo. Es la detonación. Al instante, se abre todo un universo, creado por una absorbente atmósfera eléctrica y con un órgano estelar de fondo. Son unos segundos hasta que una voz circense dice cuatro palabras mágicas, las cuatro primeras de un relato de una verborrea divina: “Once upon a time…” Como en los cuentos. “Había una vez…”. En palabras de Bruce Springsteen: “Ese golpe de tambor sonaba como si alguien hubiera abierto de una patada la puerta de tu mente”. Es el comienzo de Like a Rolling Stone, la mejor composición de la historia del rock según buena parte de la crítica especializada, la canción con la que Bob Dylan cambió ya definitivamente el curso de la música popular en el mundo, la pista que acaba de cumplir medio siglo desde que se grabó entre el 15 y 16 de junio de 1965. Como dijo el poeta estadounidense David Henderson, no se trataba de una canción, sino de “una epopeya”. Una epopeya que narraba las emociones imparables de su autor, pero que también afectó para siempre a la visión del rock y al alma de toda una nación.
    En 1965, Estados Unidos se encontraba en uno de los períodos más agitados de su historia mientras Bob Dylan andaba deshaciéndose de su papel de portavoz generacional en la música folk, que veía como una camisa de fuerza que le oprimía. Apenas habían pasado cuatro años desde que, proveniente de su pueblo de Minnessotta en busca de Woody Guthrie, había empezado a tocar en los clubes de Greenwich Village junto con los puntales del movimiento folk neoyorquino como Pete Seeger, Ramblin' Jack Elliott o Dave Van Ronk. Apenas había pasado un año desde que había publicado The Times They Are A-Changin' y los tiempos estaban cambiando para todos, incluido él, que, fascinado por el vibrante aroma juvenil y desenfadado que desprendían los Beatles o los Rolling Stones, había decidido hacer lo contrario de lo que se esperaba de él.

    El primer (y enorme artísticamente) paso fue Bringing It All Back Home, publicado unas semanas antes de la grabación de Like a Rolling Stone. Con esa doble cara acústica y otra eléctrica, Bringing It All Back Home, una obra maestra fechada en marzo de 1965, fue el disco que inauguró el cambio de Dylan, una espléndida ranura por la que se divisaba algo muy distinto a lo que se conocía del autor de Blowin’ in the wind. Y ese algo era eso que Dylan describía entonces con estas palabras: “Es ese delgado, salvaje sonido mercurial. Es metálico, dorado y brillante”. Bringing It All Back Home fue la primera parte de la que se conoce como la trilogía mercurial de Dylan, formada también por los álbumes Highway 61 Revisited y Blonde on blonde. La trilogía del antes y el después, por la que se dio el camino a la inversa: los Beatles, los Rolling Stones y, en definitiva, todos, se fijaron entonces en Dylan para saber por dónde iban los nuevos tiempos. Y Like a Rolling Stone fue, y sigue siendo, el máximo exponente de ese sonido.
    El crítico musical estadounidense, Greil Marcus, uno de los mayores estudiosos de la obra de Bob Dylan, lo llama “sonido total”. Un sonido que nace del blues de Robert Johnson pero que se expande en muchas direcciones, como si contuviese un big-bang de la música norteamericana dentro, entre los trazos de la guitarra rítmica y el bajo, la alta temperatura del órgano Hammond de Al Kooper (se coló de casualidad), las potentes estelas de la armónica y la voz incisiva y desafiante de Bob Dylan. Al igual que antes había sucedido con el canto pasional de That’s All Right de Elvis Presley, el alarido de Tutti Frutti de Little Richard o el riff de Johnny B. Goode de Chuck Berry, bastaba esa extraña explosión sonora, esa conjunción de elementos venidos de todas partes y de ninguna, para reconocer lo inexplicable. Era una forma de mirar hacia adelante sin olvidar las huellas. Era innovación. Poderosa innovación con un mundo emocional propio, pero también universal. Tal y como recoge Marcus en su libro Like a Rolling Stone. Bob Dylan en la encrucijada, el sonido de Like a Rolling Stone lo abarcaría y lo consumiría todo. “Mientras durase, ese sería el mundo mismo, ¿y quién sabe lo que sucedería cuando se abandonase ese mundo y se volviese al mundo que parecía tan completo y acabado antes de escuchar ese sonido?”.
    Su avalancha sonora arrastra al oyente. Sin aliento. Le obliga a tomar partido. Like a Rolling Stone no es una canción que se pueda simplemente oír. No está concebida para oyentes perezosos, ni para turistas musicales. Conviene recordarlo: una baqueta cae sobre una caja y al mismo tiempo un pie golpea el bombo y... ¡boom! “Once upon a time…”. Como en los cuentos, el oyente está obligado a adentrarse en su mundo, sino la canción te expulsa. Como las grandes fábulas expulsan a los que sólo pueden ver aquello que alcanzan sus ojos.

    Esa epopeya llamada Like a Rolling Stone, grabada en los estudios de Columbia en Nueva York, era un desafío para el oyente pero también para la época. Sus seis minutos de duración, con ese torrente instrumental, rompían los esquemas de las emisoras de radio. Era la antítesis del single, pero lo era de todo al mismo tiempo. Porque la canción más pop de Dylan hasta la fecha era lo menos pop de 1965. Su creador daba paso con esta composición a todo un sello personal de canciones que comenzaban en alto. Es decir, en los primeros compases, ya estaba toda la banda en la cúspide sonora y de ahí no había ni un respiro, ni un paso en falso en ese caudal incontrolable, hasta que se desvanecía. Pasaría en otra célebre comoHurricane y en varias más.
    Como afirmó Greil Marcus, Dylan buscaba con Like a Rolling Stone conquistar un territorio. Y lo consiguió. Era el territorio artístico y sentimental de los agitados años sesenta, de la ruptura generacional y del rock’n’roll. Cuando se grabó la canción, en Estados Unidos, empapado por el beat de los Beatles y demás acólitos, se cocían todo tipo de revueltas y choques. En pleno conflicto bélico con Vietnam, paranoia de la guerra fría y carrera espacial con los rusos, se había producido el famoso Domingo Sangriento en Selma tras las cargas policiales contra los manifestantes por los derechos civiles y Martin Luther King había pasado por la cárcel mientras el presidente Lyndon Johnson intentaba mitigar todo con la base para la ley que daría el voto a los negros. Y los medios no se perdían detalle del proceso contra Richard Hickock y Perry Smith (protagonistas del libro A sangre fría de Truman Capote), encarcelados por asesinar a cuatro miembros de la familia de Herbert Clutter en Holcomb (Kansas) y que acabaron ahorcados. Like a Rolling Stone se puede traducir “como un bala perdida” o un “canto rodado”. Y en 1965 todos, y no sólo la chica de la canción que antes vestía tan bien y hablaba bien alto, parecían cantos rodados en la encrucijada de su propia historia. Todos parecían hacerse la misma pregunta del estribillo: “How does it feel? (¿Qué se siente?)”. También Dylan, que estaba inmerso en su propia vorágine de acontecimientos y problemas sentimentales.
    Like a Rolling Stone cumple medio siglo. Con toda su urgencia y su orgullo herido, la canción fue un hito. Y lo seguirá siendo. Porque, muchos años después de su creación, ya en otro siglo, sigue sonando abrasiva. Su fuego está intacto después de escuchar cómo esa baqueta cae y un pie golpea un bombo. Cuenta Howard Sounes en su biografía sobre Bob Dylan una anécdota ilustrativa al respecto. Durante esos días de grabación, Dylan estuvo en una fiesta y la cantautora Maria Muldaur le invitó a bailar al verle sentado solo en un rincón con las piernas cruzadas moviéndose con nerviosismo. Ya le empezaban a llover las críticas en la comunidad folk por su experimentación sonora, pronto recibiría el calificativo de “judas”, mientras otros veían en él un mesías político que solucionaría todos los desajustes del país. Ante la propuesta de Muldaur para bailar, Dylan alzó la vista hacia ella y contestó: “Bailaría contigo, Maria. Pero me arden las manos”. Esas manos fueron las manos que crearon Like a Rolling Stone, una canción para la historia.



    martes, 23 de junio de 2015

    1965 fue el año más revolucionario de la música


    Bob Dylan
    ¿Fue 1965 el año más revolucionario 
    de la música?

    Un libro relata la crónica de 12 meses en los que se compusieron grandes temas


      Portada del disco '(I can't get no) Satisfaction' de la banda The Rolling Stones.
      "No se podía encender la radio en 1965 sin escuchar un nuevo clásico", señala el periodista Andrew Grant Jackson, autor del libro 1965 The Most Revolucionary Year in Music, a propósito de la fecundidad creativa que cristalizó en una serie de intérpretes, músicos y géneros hace cincuenta años. Para Jackson, el año 1965 marca un momento crucial en la historia del rock, el soul y el jazz. 12 meses que convulsionaron el horizonte musical y abrieron la música popular a nuevas experiencias creativas. Una serie de álbumes, Rubber Soul (The Beatles), Highway 61 Revisited (Bob Dylan), Otis Blue / Otis Redding Sings Soul (Otis Redding), My Generation (The Who) y canciones epifánicas que acabaron escribiendo las nuevas cimas de la música pop.
      Tiempos de cambios y rupturas que, como relata Jackson, se enmarcaron en un gran frente de transformaciones sociales, de irrupción de nuevos modelos estéticos, protagonismo de la cultura juvenil, el peso de los medios de comunicación, la emergencia cada vez más visible de movimientos como el feminismo o de contestación a la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles, la irrupción de las drogas y la cultura hippie... Un año, como también se encarga de recordar el autor, en el que la segregación racial seguía muy presente y en 12 Estados americanos continuaba prohibido el matrimonio interracial. O ser homosexual podría conducirte a una terapia de choque y sesiones de electrochoque, como le había sucedido a un adolescente llamado Lewis Allen Reed, para la música, Lou Reed.


      Portada del libro '1965 The Most Revolutionary Year in Music'.
      Basta con echar una ojeada al Top Hits de las listas americanas de ese año y algunos de sus números destinados a convertirse en himnos de la década de los sesenta: (I Can’t Get No) Satisfaction (The Rolling Stones); Mr. Tambourine Man ( The Byrds); Ticket To RideYesterday  y Help (The Beatles); Help Me Rhonda (Beach Boys) o You’ve Lost That Lovin’Feelin, la épica neorromántica del dúo The Righteous Brothers en su máxima expresión orquestada por Phil Spector. Hasta un creador como Bob Dylan, ajeno a las vicisitudes de las listas de éxitos, consigue que su "interminable" —sobrepasando los seis minutos— Like A Rolling Stone permanezca dos semanas en el número dos de la clasificación. La canción "encrucijada" del cantautor como señala el escritor Greil Marcus (Like a Rolling Stones. Bob Dylan en la encrucijada. Global Rhythm) refleja ese nuevo escenario que estalló con la carga de dinamita suministrada por las bandas de rock británicas.
      No solo el rock ejerce de motor en esa explosión de creatividad. Elsoul, el jazz y la música country viven también sus propios big bang. El sello creado por Berry Gordy, la Tamla Motown, consigue abrir una brecha para los artistas negros en las listas de éxito capitalizadas por los intérpretes blancos. Ha sonado la hora del soul para disfrute sin distinción de razas ni barreras: The Supremes, The Four Tops, Smokey Robinson and The Miracles, The Temptations, mientras la televisión refleja las brutales cargas de la policía contra los manifestantes en las marchas en protesta por la segregación racial en los Estados del sur. En el otro extremo del dial de la música soul, el sello Stax, Otis Redding edita ese mismo año una de las joyas de la música negra contemporánea, el álbum Otis Blues / Otis Redding Sings Blues, que incluye futuros clásicos como RespectI’ve Been Loving You Too Long o versiones irrebatibles de Satisfaction de los Stones o Wonderful World, del fallecido Sam Cooke.
      A principios de 1965 todavía no se han apagado los ritmos incendiarios que James Brown ha dejado a su paso por el The T.A.M.I Show, el festival juvenil retransmitido por la televisión y celebrado en el Santa Mónica Civic Auditorium de la ciudad de Los Ángeles. James Brown se sitúa en el año entrante como el alquimista de los futuros ritmos y caminos experimentales de la música negra: funk, música disco, hip-hop. Sus álbums Papa got a Brand New Bag y I Got You (I Feel Good) sirven de brújula. En otro territorio musical, el año 1965 será también el de la edición de uno de los trabajos más radicales e influyentes del jazz contemporáneo, A Love Supreme del saxofonista John Coltrane.

      El cantante James Brown.
      Frente a la invasión british de las listas americanas, The Beatles, The Rolling Stones, Herman’s Hermits, The Hollies, The Kinks, The Who —My Generation no alcanzará las mismas cotas que en las listas británicas— o una baladista de largo recorrido como Petula Clark, que se colaba en medio de la oleada pop-rock (Dowtown) la escena rock americana, con los Beach Boys en plena madurez artística, contraataca ese mismo año poniendo los cimientos del folk-rock. Bob Dylan ha agujereado el Festival de Newport con sus sonidos eléctricos y The Byrds, capitaneados por Roger McGuinn se llevan el gato al agua como abanderados de los nuevos ritmos promiscuos (Mr. Tambourine Man). Hasta un dúo extravagante como Sonny and Cher alcanzan el Everest musical con una composición de inequívocos ecos dylanianos, I Got You Babe.
      Ese mismo año, las listas de éxitos españolas se vestían de largo con los primeros éxitos pop a cargo de Los Brincos y Los Sirex. Una canción intranscendente, La chica ye-ye acabará convirtiéndose en un fenómeno social y sirviendo de vehículo —sin querer— a una generación juvenil que por primera vez dejaba de vestirse como sus padres; la canción de autor daba la bienvenida a un nuevo miembro y sensibilidad musical, Joan Manuel Serrat siguiendo los pasos de Raimon, y los dos conciertos de The Beatles en España, Madrid y Barcelona, ponían al franquismo al descubierto.



      lunes, 22 de junio de 2015

      Eugenio Montejo / Papiro amoroso




      Eugenio Montejo

      PAPIRO AMOROSO

      Déjame que te ame mientras gire la tierra
      y los astros inclinen sus cráneos azules
      sobre la rosa de los vientos.
      Flotando, a bordo de este día
      en que al azar, por un instante,
      despertamos tan cerca.
      Pude vivir en otro reino, en otro mundo,
      a muchas leguas de tus manos, de tu risa,
      en un planeta remoto, inalcanzable.
      Pude nacer hace ya siglos
      cuando en nada existías
      y en mis angustias de horizonte
      adivinarte en sueños de futuro,
      pero mis huesos a esta hora
      ya serían árboles o piedras.
      No fue ayer ni mañana, en otro tiempo,
      en otro espacio,
      ni ocurrirá ya nunca
      aunque la eternidad cargue sus dados
      a favor de mi suerte.
      Déjame que te ame mientras la tierra siga
      gravitando al compás de sus astros
      y en cada minuto nos asombre
      este frágil milagro de estar vivo.
      No me abandones hasta que ella se detenga.





      jueves, 18 de junio de 2015

      Eugenio Montejo / Letra profunda



      Eugenio Montejo

      Letra profunda

      Lo que escribí en el vientre de mi madre
      ante la luz desaparece.
      El sueño de mi letra antigua
      tatuado en espera del mundo
      se borró a la crecida del tiempo.
      Colores, tactos, huellas
      cayeron bajo túmulos de nieve.
      Sólo murmullos a deshora
      afloran hoy del fondo,
      visiones en eclipse, indescifrables
      que envuelve el vaho de los espejos.
      Los ojos buscan en el aire
      el espacio donde el alma flotaba
      y se pierden detrás de su senda.
      Lo que escribí en el vientre de mi madre
      quizás no fue sino una flor
      porque más hiere cuando desvanece.
      Una flor viva que no tiene recuerdo.