Autorretrato. Pablo Picasso. Barcelona, 1899-1900.
Carboncillo y tiza sobre papel. 22,5 × 16,5 cm.
Picasso
AUTORRETRATOS
En 1996, con la curaduría de William Rubin y un texto de Kirk Varnedoe, el MoMA presentó "Picasso and portraiture", y en el 2013 el Museo Picasso de Barcelona amplió esta idea en "Yo Picasso Autorretratos". En el siguiente texto, Eduard Vallés e Isabel Cendoya, comisaríos de la exposición. rememoran la ocasión.
Autorretrato. Pablo Picasso. Barcelona, 1899-1900. Carboncillo y tiza sobre papel. 22,5 × 16,5 cm. |
Picasso
AUTORRETRATOS
En 1996, con la curaduría de William Rubin y un texto de Kirk Varnedoe, el MoMA presentó "Picasso and portraiture", y en el 2013 el Museo Picasso de Barcelona amplió esta idea en "Yo Picasso Autorretratos". En el siguiente texto, Eduard Vallés e Isabel Cendoya, comisaríos de la exposición. rememoran la ocasión.
Una vez convencidos de que era una exposición inédita había que analizar los factores que la harían posible. ¿Cómo obtener los préstamos? En primer lugar, nuestro punto de partida era la propia colección del Museu Picasso, que incluye una de las más importantes colecciones de autorretratos del mundo. En segundo lugar había que obtener la ayuda de la familia Picasso y de sus diversos miembros. Se da la circunstancia de que el autorretrato es un género con una importante carga íntima y que Picasso, una vez tuvo la vida solucionada, no tuvo la necesidad de vender. Es por eso que muchos de ellos quedaron en su poder y luego pasaron a sus herederos. Para suerte del proyecto la colaboración de la familia del artista ha sido generosa y entusiasta. Al margen de estos importantes grupos (del Museu Picasso y de la familia del artista) había que poner en marcha una larga tarea de investigación entre coleccionistas particulares, a menudo en base a contactos o bien haciendo investigación a partir de catálogos antiguos de subastas. Y entre los prestadores cabe destacar también el papel de los museos, tanto nacionales como internacionales, de los que hemos recibido importantes préstamos.
Una vez convencidos de que era una exposición inédita había que analizar los factores que la harían posible. ¿Cómo obtener los préstamos? En primer lugar, nuestro punto de partida era la propia colección del Museu Picasso, que incluye una de las más importantes colecciones de autorretratos del mundo. En segundo lugar había que obtener la ayuda de la familia Picasso y de sus diversos miembros. Se da la circunstancia de que el autorretrato es un género con una importante carga íntima y que Picasso, una vez tuvo la vida solucionada, no tuvo la necesidad de vender. Es por eso que muchos de ellos quedaron en su poder y luego pasaron a sus herederos. Para suerte del proyecto la colaboración de la familia del artista ha sido generosa y entusiasta. Al margen de estos importantes grupos (del Museu Picasso y de la familia del artista) había que poner en marcha una larga tarea de investigación entre coleccionistas particulares, a menudo en base a contactos o bien haciendo investigación a partir de catálogos antiguos de subastas. Y entre los prestadores cabe destacar también el papel de los museos, tanto nacionales como internacionales, de los que hemos recibido importantes préstamos.
Sobre el título no tuvimos dudas. Si sabemos escuchar, el propio Picasso nos marca la pauta, no es necesario inventar títulos extravagantes, basta advertir comofirmaba algunas obras durante los años 1900 y, sobre todo, 1901 (“Yo Picasso”). Respecto al discurso también nos planteamos algunas preguntas. En primer lugar teníamos muy claro que la palabra “autorretrato” era insuficiente para abarcar la capacidad autorepresentativa de Picasso. Es por eso que optamos por focalizar la muestra en el autorretrato tradicional, haciéndolo extensivo sólo a varias autorepresentaciones. Una interpretación extensiva nos hubiera llevado a alteridades como el Minotauro, los autorretratos escondidos o las fusiones con otras personas (básicamente amantes), entre muchas otras categorías que escapan al criterio que delimita el discurso expositivo.
El siguiente problema era establecer el criterio expositivo. Una opción era optar por un criterio cronológico, es decir, disponer las obras en secuencia temporal. Pero esta opción no funciona con Picasso, nos habría impedido trasladar un discurso sólido en base a temáticas que son claves en la obra de Picasso (la imagen del artista o el pintor y la modelo, por ejemplo). Pero si optábamos por un criterio temático se perdía la secuencia temporal, que permite abrir y cerrar el discurso. Es por eso que hemos optado por un criterio mixto, de modo que no se sigue estrictamente ninguno de los dos pero se pueden reconocer durante el recorrido.
Sobre el título no tuvimos dudas. Si sabemos escuchar, el propio Picasso nos marca la pauta, no es necesario inventar títulos extravagantes, basta advertir comofirmaba algunas obras durante los años 1900 y, sobre todo, 1901 (“Yo Picasso”). Respecto al discurso también nos planteamos algunas preguntas. En primer lugar teníamos muy claro que la palabra “autorretrato” era insuficiente para abarcar la capacidad autorepresentativa de Picasso. Es por eso que optamos por focalizar la muestra en el autorretrato tradicional, haciéndolo extensivo sólo a varias autorepresentaciones. Una interpretación extensiva nos hubiera llevado a alteridades como el Minotauro, los autorretratos escondidos o las fusiones con otras personas (básicamente amantes), entre muchas otras categorías que escapan al criterio que delimita el discurso expositivo.
El siguiente problema era establecer el criterio expositivo. Una opción era optar por un criterio cronológico, es decir, disponer las obras en secuencia temporal. Pero esta opción no funciona con Picasso, nos habría impedido trasladar un discurso sólido en base a temáticas que son claves en la obra de Picasso (la imagen del artista o el pintor y la modelo, por ejemplo). Pero si optábamos por un criterio temático se perdía la secuencia temporal, que permite abrir y cerrar el discurso. Es por eso que hemos optado por un criterio mixto, de modo que no se sigue estrictamente ninguno de los dos pero se pueden reconocer durante el recorrido.
Nuestra investigación tenía una serie de objetivos, el primero era establecer un relato respecto al autorretrato picassiano y, sobre todo, decidir cómo disponerlo en el espacio. En este sentido, uno de los grandes placeres fue poder disponer de un gran número de autorretratos y elaborar un discurso científico que los dotara de sentido. El catálogo de la exposición es más bien un ensayo sobre el autorretrato picassiano e incluye muchas otras piezas, más o menos importantes, no presentes en la exposición. El discurso museográfico se puede leer en dos líneas diferentes. En primer lugar una de formal, que nos permite seguir la carrera artística de Picasso a partir del género del autorretrato. Si bien el autorretrato tradicional se concentra en el período de juventud y el de vejez, el visitante podrá reconocer algunas de las diferentes fases canónicas del artista: la formación, el período azul, el neoprimitivista, el cubista (a partir del autorretrato fotográfico), el clasicista, el surrealista o el último Picasso, entre otros.
Pero por debajo de esta lectura formal subyace la aventura humana, de modo que el recorrido nos permite transitar desde un adolescente de 13 años hasta un anciano de 91. En medio, se suceden las vicisitudes vitales propias del artista, pero que serían trasladables a cualquier persona. Picasso también entendía el arte como un medio que trascendía el puro análisis formal. Así se lo manifestó a Brassaï: «un día habrá una ciencia, que quizás se denominará “la ciencia del hombre”, que intentará penetrar más profundamente en el hombre a través del hombre-creador.» Él consideraba que su obra no sólo pasaría a integrar la historia del arte sino que, en un registro diferente, sería su aportación a esta “Ciencia del hombre”.
Nuestra investigación tenía una serie de objetivos, el primero era establecer un relato respecto al autorretrato picassiano y, sobre todo, decidir cómo disponerlo en el espacio. En este sentido, uno de los grandes placeres fue poder disponer de un gran número de autorretratos y elaborar un discurso científico que los dotara de sentido. El catálogo de la exposición es más bien un ensayo sobre el autorretrato picassiano e incluye muchas otras piezas, más o menos importantes, no presentes en la exposición. El discurso museográfico se puede leer en dos líneas diferentes. En primer lugar una de formal, que nos permite seguir la carrera artística de Picasso a partir del género del autorretrato. Si bien el autorretrato tradicional se concentra en el período de juventud y el de vejez, el visitante podrá reconocer algunas de las diferentes fases canónicas del artista: la formación, el período azul, el neoprimitivista, el cubista (a partir del autorretrato fotográfico), el clasicista, el surrealista o el último Picasso, entre otros.
Pero por debajo de esta lectura formal subyace la aventura humana, de modo que el recorrido nos permite transitar desde un adolescente de 13 años hasta un anciano de 91. En medio, se suceden las vicisitudes vitales propias del artista, pero que serían trasladables a cualquier persona. Picasso también entendía el arte como un medio que trascendía el puro análisis formal. Así se lo manifestó a Brassaï: «un día habrá una ciencia, que quizás se denominará “la ciencia del hombre”, que intentará penetrar más profundamente en el hombre a través del hombre-creador.» Él consideraba que su obra no sólo pasaría a integrar la historia del arte sino que, en un registro diferente, sería su aportación a esta “Ciencia del hombre”.
En esta línea Picasso nos traslada este relato personal a través de un género de altacarga autobiográfica y lo materializa valiéndose de manifestaciones más o menos crípticas: encontraremos el díscolo estudiante de Bellas Artes, el joven bohemio que se singulariza con indumentarias atrevidas, el artista impetuoso que se exhibe por el Moulin Rouge, el artista maduro aposentado del momento neoclásico, el marido con problemas familiares, el viejo que nos reporta su pasado y sus fantasías y, finalmente, la imagen del hombre solo ante la muerte, a los 91 años, una de las más impresionantes de toda la historia del arte. Esta obra, procedente de una colección particular de Tokio, es la que cierra la exposición y nos demuestra cómo hasta última hora, con todo en contra, Picasso no reniega de su condición de artista y nos lega el último testigo del legendario “yo” picassiano.
Eduard Vallés e Isabel Cendoya
En esta línea Picasso nos traslada este relato personal a través de un género de altacarga autobiográfica y lo materializa valiéndose de manifestaciones más o menos crípticas: encontraremos el díscolo estudiante de Bellas Artes, el joven bohemio que se singulariza con indumentarias atrevidas, el artista impetuoso que se exhibe por el Moulin Rouge, el artista maduro aposentado del momento neoclásico, el marido con problemas familiares, el viejo que nos reporta su pasado y sus fantasías y, finalmente, la imagen del hombre solo ante la muerte, a los 91 años, una de las más impresionantes de toda la historia del arte. Esta obra, procedente de una colección particular de Tokio, es la que cierra la exposición y nos demuestra cómo hasta última hora, con todo en contra, Picasso no reniega de su condición de artista y nos lega el último testigo del legendario “yo” picassiano.
Eduard Vallés e Isabel Cendoya
1896
1896
1901
1901
1901 (período azul)
1906
1907
1907
1917
1938
1972
1896
1896
1901
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1901 (período azul)
1906
1907 |
1907
1917
1938
1972
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