sábado, 6 de julio de 2013

Gustavo Tatis Guerra / He venido a ver las nubes


Gustavo Tatis Guerra
Fotografía de Triunfo Arciniegas
HE VENIDO A VER LAS NUBES

El cabalista
Cada vez que observo los caballos,
pienso que Dios descansó el séptimo día
y en su sueño se vio a sí mismo,
despertó, pero olvidó los rasgos y los pormenores.
Quedaba, eso sí, una vaga imagen del sueño:
¿Una constelación, una ecuación,
una bestia olvidada?

Entonces creó al caballo, a partir de su recuerdo,
y vio que era bueno y hermoso,
casi tanto como él mismo.

Emily cuida el jardín
¿Quién soy yo para contar el bello secreto de la mariposa?
Emily Dickinson
No puedo estar sola.
Me visitan huestes.
Pájaros que han perdido su casa.
Lluvias incesantes solas
que vienen a refugiarse en mi cabello.
Ha perdido las hojas ese árbol
Donde yo veía los ojos de un ángel.
Mi alma quiere apostar al cielo.
No seré fiel sino al misterio.

Marcelino Bertel
Qué puedo ofrecerte
Señor
yo que soy de la raza
de los que nada piden
y todo lo dan.
Hombre montuno
encantador de los silencios
sinuanos sobre la sabana dormida.
Yo que despierto a los dioses
guardados con un pito de caña de flecha
no aprendí a leer sino la música
de los pájaros y la mirada de las doncellas.
Yo que crucé las montañas
y los pueblos perdidos del mapa
con el solo sortilegio de la adivinanza.
No tuve otro tesoro que tu tierra baldía
la melodía de tu soledad
desperdigada en estas lejanías.

Tengo mi ombligo enterrado
en el caserío de El Cocuelo,
muy cerca de Montería,
y la voz de los ojos del agua
y el murmullo de los árboles más viejos
conocen el secreto de mi ofrenda.
No tengo nada que ofrecerte,
Señor,
sólo esta sinfonía de pájaros antiguos.

Una mujer entra al palenque
Dentro de mi pelo duro
como nido de pájaros
guardo estas semillas
de árboles que crecieron
conmigo en los días y las noches
de la esclavitud
de todo lo perdido
es lo único que pude traer
mientras huía de los hombres a caballo
y los perros de presa.

Ahora
sacudiré mi pelo sobre la tierra llovida.
Un bosque ha empezado a crecer dentro de mí.

Paraíso
¿Qué otro paraíso tengo
si no esta breve
temporada
en la tierra?
Tus manos me
recuerdan
que estoy vivo,
bendigo la flor
que me regalan
tus piernas.

¿Qué otro esplendor tengo?

Cada día me acuerdo
que también
la muerte es bella.

Oración
Dame, oh señor.
La inocencia de las bestias.
El corazón salvaje de las ballenas.
La mirada clara y antigua de
los caballos. La intuición de los
delfines. El amor de los tigres.

Soy demasiado pequeña
para que me toques
con la yema de tus dedos.

El pequeño tesoro
El pequeño tesoro
está debajo de las piedras
en mitad de la noche
en los restos de un naufragio
en la divinidad que alumbra
una tierra sola y amarilla
como una naranja
desolada
y flotante

El pequeño tesoro está
debajo de sus párpados
en la luna de un espejo
sin brillo
en el resplandor
que se desvanece
así el pequeño tesoro
que esplende
como una palabra perdida.


Gustavo Tatis Guerra

Escritor colombiano, nacido en Sahagún, Córdoba. Ha publicado cuatro poemarios: Conjuros del navegante (1988), El edén encendido (1994), Con el perdón de los pájaros (1996) y He venido a ver las nubes (2008). Hizo una antología de la obra poética de Ibarra Merlano y un ensayo denominado Un humanista frente al mar. También es autor de La ciudad amurallada (crónicas de Cartagena de Indias, 2002), Alejandro vino a salvar los peces (Premio Nacional de Cuento Infantil Comfamiliar del Atlántico, 2002), del ensayo sobre Virginia Wolf Bailaré sobre las piedras incendiadas (2004). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés y al alemán. Es Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, 1992; y nominado en tres oportunidades: 1993, 1995 y 1997. Ganó en 2003 el Premio de Periodismo “Álvaro Cepeda Samudio”. Es editor cultural del diario El Universal, de Cartagena.





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