La otra Colombia, la de todos los días
Si uno tomara al pie de la letra a Fernando Vallejo –un gran novelista, dicho sea de paso-, Colombia no sería más que un país en ruinas, un montón de escombros, un territorio que se cae a pedazos en el caos de la ciega violencia que estremece el país desde hace décadas. Si, por otra parte, nos quedáramos sólo con los hechos más relevantes que llegan a las noticias de diarios y canales de televisión, la situación no mejora demasiado: secuestros, jefes guerrilleros abatidos, pero con unas FARC que continúan controlando el territorio, y un tráfico de drogas que no parece decrecer. El periodista italiano Roberto Saviano, gran investigador sobre las mafias del sur de Italia, es muy duro con Colombia y su gobierno, al que atribuye una complicidad sin medida con los grandes capos de la droga.
Pero hay, sin duda, otra Colombia, un país donde todo ello está presente, pero en una cierta lejanía, en una periferia donde están sólo lo que quieren estar (salvo que tengas la mala suerte de ser una de tantas víctimas inocentes, pero ese riesgo está más o menos presente en cualquier sociedad; de hecho, las frías estadísticas establecen que la vecina Venezuela es un país mucho más violento que Colombia, dato que desmiente una imagen muy asentada). Esa otra Colombia está presente en dos obras de Octavio Escobar Giraldo; una novela de 1995, Saide, accesible en Chile gracias a la edición española de Periférica de 2007, y Hotel en Shangri-Lá, una colección de cuentos de 2004 editada por la Universidad de Antioquía y disponible, lamentablemente, sólo a través de librerías online colombianas (o por encargo a algún viajero, que es como llegó a mis manos).
Saide es una novela policial y cabría, por tanto, esperar una dosis más de violencia desatada, pero no: es mucho más sutil, poco convencional, libre de tanto cliché que malogra tanta buena idea. Hay una mujer misteriosa, hija de un inmigrante libanés, cuya historia se reconstruye a partir de diversos testimonios; es que Saide ha muerto asesinada, y tras ella queda una estela de hombres que la amaron –o la desearon- e intentan tanto rescatar su memoria como esclarecer su muerte. Casi no hay policías en el desarrollo argumental; son otros, investigadores a la fuerza, quienes siguen una pista sudorosa de traiciones y engaños que transcurre sobre todo en Buenaventura, una pequeña ciudad de provincia donde el fracaso de afuerinos y el éxito de locales tienen una sospechosa similitud. En esa amalgama de vidas que no encuentran la tierra prometida, que suma el refilón de la violencia que siega vidas al azar con los destinos truncados de seres humanos comunes y corrientes, Escobar Giraldo teje una ficción que habla, sobre todo, del lado de acá, de la Colombia de bares y correos, de estaciones de servicio, turismo familiar y restaurantes, y propone una historia triste, de frustración y secretos contenidos; una tragedia en tono menor; una gran novela policial que cumple con los requisitos del género y a la vez los supera, una novela local con alcance universal, como debe ser.
Hotel en Shangri-Lá es aún más atractiva en la línea de mostrar la otra Colombia, porque a la vez engancha con un escenario más universal, lo que acá conocemos como mall y en Colombia se llama megacentro. Sí, en torno al Megacentro Babilonia con sus cines, tiendas y el hipermercado –El-Hip, con el símbolo de un hipopótamo- giran los seis cuentos de este breve libro, con personajes que protagonizan alguno para reaparecer luego como secundarios, historias que se entrelazan de manera sutil y que conviene leer en el orden propuesto por el autor; en ese sentido, uno podría entender que el libro, más que una colección de cuentos, es una extraña forma de novela, puesto que además el último relato, si bien es el más desgajado de las temáticas del resto, aparece también como un cierre perfecto para todas las historias. Allí, en el último, asoman también la violencia y el terrorismo, pero desde una mirada que no explica ni justifica ni racionaliza, sino que enfoca los hechos desde –una vez más- la vida cotidiana de los personajes. La rebeldía ecológica de una hija poco más que adolescente y su relación de amor-odio con su hermana menor, una pareja mal avenida, los premios que entrega El-Hip a la compra número cien mil, un administrador de bares que los cierra y huye cada vez que le va mal en una relación amorosa, un vendedor con una fantástica memoria para la trivia que es confundido con un psiquiatra: allí está parte del universo de estos cuentos que ojalá, ojalá, alguna editorial de distribución regional rescate y ponga en circulación para muchos más lectores. Escobar Giraldo se lo merece.
(Publicado en El Post el 21 de octubre de 2010).
Posdata de febrero de 2011:
La buena noticia es que Periférica editó una nueva novela de Escobar Giraldo, Destinos intermedios; la mala es que la editorial mandó muy pocos ejemplares a Chile y se agotó. Es posible aventurar dos hipótesis: primero, que el boca a boca sigue siendo un mecanismo eficiente para recomendar libros y autores; segundo, que la inmigración colombiana a Chile busca autores de su patria. Sea como sea, habrá que esperar que llegue a Hueders, su distribuidor acá, la siguiente remesa.
12 febrero 2011
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