Los restos se encuentran en el patio de su vivienda, que se asemeja a un barco por su arquitectura y decoración, junto a los de su tercera esposa, Matilde Urrutia, fallecida en 1985. El propio Nobel había pedido ser sepultado frente al Pacífico: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver...”, escribió en Canto General.
MARTIN BERNETTI (AFP)
|
Pablo Neruda tendrá su verdad
El lunes comienza la exhumación de los restos del poeta chileno, fallecido en 1973
Un equipo de forenses investigará si fue asesinado por los afines a Pinochet
Esta tarde, cuando la luz natural todavía ilumine el balneario de Isla Negra, a la orilla del Pacífico, a 100 kilómetros de Santiago de Chile, el juez Mario Carroza y doce peritos comenzarán a remover la tierra de la sepultura de Pablo Neruda. La exhumación, que arrancará mañana apenas amanezca, busca determinar, a 40 años de su muerte, el 23 de septiembre de 1973, si el Premio Nobel fue asesinado por la dictadura militar.
La historia oficial señala que el escritor murió a causa de un cáncer de próstata, 12 días después del golpe de estado, en la clínica Santa María de la capital chilena. En 2011, sin embargo, su exchófer denunció en la revista mexicana Proceso que el régimen de Augusto Pinochet ordenó envenenarlo. “Después del 11 de septiembre, el poeta iba a exiliarse a México junto a su esposa Matilde. El plan era derrocar al tirano desde el extranjero en menos de tres meses. Le iba a pedir ayuda al mundo para echar a Pinochet. Pero antes de que tomara el avión, aprovechando que estaba ingresado en una clínica, le pusieron una inyección letal en el estómago”, explicó Manuel Araya Osorio a EL PAÍS.
El Partido Comunista (PC), donde militaba el escritor, presentó de inmediato una querella para esclarecer las causas de su muerte y la justicia acogió la demanda. El juez Carroza, que ha liderado causas importantes de derechos humanos en Chile, abrió el caso en junio de 2011. Después de dos años de trabajo, en febrero pasado decidió que era necesario extraer el cuerpo. “Toda la investigación, por las contradicciones y dudas, avanzó hacia un punto en que la exhumación se hizo trascendental. La diligencia debería solucionar el caso”, dice el magistrado que en 2012 clarificó judicialmente que el presidente Salvador Allende se había suicidado en La Moneda.
El cuerpo de Neruda fue enterrado en el Cementerio General de Santiago y, en 1992, fue trasladado a petición de su familia frente a su casa de Isla Negra, su favorita. Los restos se encuentran en el patio de su vivienda, que se asemeja a un barco por su arquitectura y decoración, junto a los de su tercera esposa, Matilde Urrutia, fallecida en 1985. El propio Nobel había pedido ser sepultado frente al Pacífico: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver...”, escribió en Canto General.
La lápida, según los trabajos de planimetría que el Servicio Médico Legal (SML) realizó en enero, se encuentra a 65 centímetros bajo tierra. El cuerpo está en una pequeña urna que, a su vez, se halla dentro de un ataúd. El director del SML, Patricio Bustos, que desde esta tarde coordinará a los equipos técnicos, explica que “afortunadamente no es un detenido desaparecido, por lo que existe material fotográfico y de vídeo que documentan el momento del entierro. Hay certeza de su identidad”.
El médico indica que, por una parte, los especialistas pretenden esclarecer si Neruda padecía cáncer cuando falleció en la clínica. “Pero también intentaremos responder a las preguntas que nos realiza el magistrado Carroza: ¿La enfermedad es la única causa de muerte? ¿Intervino alguien a través de sustancias químicas, tóxicas u otros elementos? Y para eso están trabajando toxicólogos, genetistas, bioquímicos y médicos”, señala.
Bustos indica que no solamente se concentrarán en buscar veneno sino también la presencia de un medicamento que haya sido mal utilizado y provocado efectos colaterales en el cuerpo de Neruda. El médico reconoce que el proceso será complejo por el estado en que se encuentren los restos después de 40 años y, sobre todo, “por las dificultades para obtener antecedentes sobre la enfermedad del Premio Nobel, como biopsias, protocolos de tratamiento, diagnósticos y fichas clínicas”.
El equipo que trabajará en la exhumación está compuesto por cuatro expertos del SML, cuatro peritos de la Universidad de Chile y cuatro peritos internacionales, entre los que se hallan tres españoles: Guillermo Repetto, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla; Aurelio Luna, de la Universidad de Murcia; y Francisco Etxeberría, de la Universidad del País Vasco, que asesora desde 2007 a sus colegas chilenos en diferentes causas de derechos humanos. “No tengo ninguna hipótesis de partida”, señaló Etxeberría a Efe.
Esta tarde se instalará una carpa en Isla Negra, para asegurar la privacidad de la diligencia, y comenzará la remoción de tierra. Mañana, a las ocho de la mañana en Chile, se sacará la lápida y se recuperará la urna. El juez, los 12 peritos, el abogado del PC y un sobrino y un sobrino-nieto de Neruda estarán presentes en el proceso. Tres observadores internacionales, entre las que se encuentra la española Mercedes Salado, del Equipo Argentino de Antropología Forense, darán garantías de imparcialidad.
La urna será trasladada de inmediato a un laboratorio del SML en Santiago, que tendrá clave de acceso de seguridad. Los especialistas, antes de abrirla, la escanearán con rayos X. Después de los registros fotográficos y audiovisuales y de los análisis antropológicos y médicos, los técnicos harán una selección de muestras que podrían enviarse a laboratorios de Chile y del extranjero. De acuerdo con Bustos, una de las alternativas sería llevarlos a Sevilla. El juez Carroza no tiene claro cuándo podrá tener los primeros resultados para esclarecer el caso Neruda. El magistrado sabe que tiene una responsabilidad enorme en sus manos: “Neruda, al igual que Allende, es un chileno reconocido en el mundo entero”.
Trabajadores dentro de la tumba del poeta y premio nobel de literatura, Pablo Neruda.
HANDOUT (REUTERS)
Neruda regresa a Santiago
40 años después de su muerte
La exhumación de los restos del Premio Nobel chileno finaliza con éxito en Isla Negra
Rocío MontesSantiago de Chile 8 ABR 2013 - 15:52 CET
Un equipo de forenses trabaja en la exhumación de los restos de Neruda.
FELIPE TRUEBA (EFE)
Los restos del escritor Pablo Neruda, fallecido el 23 de septiembre de 1973, se encuentran desde la mañana de este lunes en el Servicio Médico Legal (SML) de Santiago de Chile, después del proceso de exhumación que se ejecutó en una hora y dieciocho minutos en la localidad de Isla Negra, a 100 kilómetros de la capital. “La diligencia se ha ejecutado con éxito y en poco tiempo gracias a las condiciones en que se encontraba la urna”, ha señalado el juez Mario Carroza, que investiga si el Premio Nobel fue asesinado por la dictadura.
La versión oficial, aceptada en Chile y en el resto del mundo, indicaba que Neruda había muerto en la clínica Santa María de Santiago a causa de un cáncer de próstata. En 2011, sin embargo, su exchófer y empleado de confianza, Manuel Araya Osorio, denunció que el escritor había sido envenenado por la dictadura de Augusto Pinochet mientras estaba ingresado en el hospital. El Partido Comunista, donde Neruda militaba, interpuso una querella y la Justicia abrió una investigación. El magistrado Carroza, por las contradicciones y dudas que permanecían abiertas después de dos años de trabajo, en febrero pasado determinó realizar la exhumación.
La diligencia comenzó a las 8,15 horas de este lunes en Chile con la presencia del juez, doce especialistas chilenos y extranjeros y familiares del autor. Los trabajos se realizaron dentro de una carpa, para resguardar la privacidad, mientras una orquesta sinfónica local interpretaba canciones de los cantautores chilenos Víctor Jara y Violeta Parra.
Los restos de Neruda y los de su tercera esposa, Matilde Urrutia, se encontraban enterrados en el patio de la casa favorita del poeta, a orillas del Pacífico, que actualmente es un museo. La lápida estaba a 65 centímetros de la superficie y el cuerpo en una pequeña caja que, a su vez, se hallaba dentro de un ataúd. El director del SML, Patricio Bustos, ha explicado que se extrajo la urna completa y que eso permitió que los familiares pudiesen estar cinco minutos a solas con el féretro.
El sobrino de Neruda, Rodolfo Reyes, ha indicado que el proceso “fue emocionante y estuvo acorde a la dignidad del tío”. El exchófer de Neruda también llegó hasta Isla Negra: “Estoy orgulloso de haber llegado a esta instancia (de la exhumación), porque nunca lo imaginé. Sigue siendo difícil y algo muy duro”, ha indicado Manuel Araya.
La familia, sin embargo, ha manifestado en reiteradas oportunidades que Neruda no fue asesinado por el régimen militar. “La dictadura no tuvo nada que ver. Esta mancha, que quedará en la historia de quienes la han construido, independiente del resultado, va a costar sacársela de encima”, dijo a CNN-Chile el sobrino-nieto del escritor, Bernardo Reyes, sobre el proceso de exhumación del cuerpo.
La urna salió de Isla Negra envuelta en una bandera chilena y actualmente permanece en un laboratorio del SML en Santiago, que tiene clave de acceso de seguridad. Los especialistas, antes de abrirla, la escanearon con rayos X. Después de los registros fotográficos y audiovisuales, y de los análisis antropológicos y médicos, los técnicos harán una selección de muestras que podrían enviarse a laboratorios de Chile y del extranjero. Este proceso, según el experto español Francisco Etxeberría, de la Universidad del País Vasco, podría tardarse una semana. “A partir de eso veremos qué dirección toma la investigación, que podría tardar meses”, ha explicado.
Pablo Neruda |
Y si el poeta se hubiera ido andando
Neruda creía (como Alberti) que vivir eternamente consistía en seguir hablando con el mar
JUAN CRUZ Madrid 8 ABR 2013 - 19:49 CET
El poeta tenía una llave para abrir la casa. Cuando la buscaba en la arena traía consigo el océano, su vecino. "No había donde ponerlo". Por eso, ese vecino "tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte" fue a quedarse "frente a mi ventana" en Isla Negra. Hasta que él mismo se fue, tristemente, por la vereda de la muerte, donde ahora buscan la causa de su despedida.
Llenó la casa de trampas, menos para el Océano. "El hombre en el Océano se disuelve como un ramo de sal". Se pertrechó adentro con botellas raras y con mascarones terribles, con colecciones absurdas, y con su voz. Su voz era la trampa con la que obsequiaba a los amigos desconocidos y a los famosos; era su guitarra la voz, pero había dentro, en los poemas más lejanos, ecos de su imposible regreso a Cautín. La trampa era para que no conocieran su melancolía. El hombre que viajó para permanecer siempre en el mismo lugar, su memoria, la de Cautín, la de Isla Negra.
El océano era su lágrima innumerable; pero no lo dijo. Dijo sobre el océano: "Allí la semilla no se entierra ni la cáscara se corrompe: el agua es esperma y ovario, revolución cristalina". Desde esa ventana miraba cómo llegaban a la casa el escritorio y la bruma. Estaba muy lejos, por ejemplo en Tenerife, donde recaló antes de irle a dar su respaldo a Salvador Allende, y únicamente tenía en la mente ese vaivén del mar. Por eso caminaba como un barco viejo. Hacia Isla Negra. A Cautín.
Cuando estás en esa casa donde ahora él es la luz secreta y misteriosa dentro de una carpa en la que científicos dilucidan si lo mató algo más que la tristeza, entiendes que la soledad de hombre que no volvió a Cautín, su pueblo, estaba oculta bajo los sargazos de sus colecciones; él simulaba mirar lo que venía en las manos innumerables del océano ("tablones carcomidos, bolas de vidrio verde o flotadores de corcho, fragmentos de botella ennoblecidos por el oleaje, detritus de cangrejos, caracolas, lapas, objetos devorados, envejecidos por la presión y la insistencia"), pero en realidad lo que aguardaba en algún instante de ese regocijo que le procuraba el mar era la noticia de la inmortalidad.
Esperando esa noticia se cubrió de objetos. Es inevitable, en Isla Negra, ir olvidando tanto recodo, tanta cama marina, tanta mesa de luces, tanta hojarasca, para buscar al fin al hombre que ha de morir. Él creía (como Rafael Alberti) que vivir eternamente consistía en seguir hablando, conversando con el mar o con los hombres, esperar que una dama de blanco y en volandas se lo llevara a otro sitio, donde la conversación fluyera como el regocijo de un niño.
Él lo decía, moriré cantando. En ese libro en el que resume lo que le venía del mar (Una casa en la arena, Lumen, 1966, fotos de Sergio Larraín) está pletórico, como si volviera a Los versos del Capitán,alrededor la inmortalidad pervive; sin embargo, años más tarde, en 1973 y hasta ahora mismo, a esa casa la convirtieron en un velero triste. Ya la proa, la popa, el casco mismo han recibido los embates que el mismo fotógrafo Larraín y también el fotógrafo Luis Poirot (Retratar la ausencia,Comunidad de Madrid, 1987) plasmaron más tarde: Neruda yendo o viniendo al océano, apoyado en el bastón y también en la tierra, como si aquel barco que él fue se estuviera hundiendo ante su propia vista. Ya el océano era una sombra de su despedida, él viajaba como hacia sí mismo, ni rastro ya de entusiasmo en su pelea.
Murió de tristeza
Murió de tristeza, se dijo entonces, se dice ahora mientras rebuscan los científicos los restos que hablan ante el estímulo de las agujas. Lo envenenaron, quizá; en estos días en que la carpa luminosa sustituye al oleaje que él amó, en medio de la superficie que llenó de ruido para escuchar mejor su silencio, los doctores aspiran a que Neruda, ese cuerpo, les cuente de veras qué pasó, hasta donde entró el hacha del odio, si es que fue así, cómo fue que aquel hombre que aspiraba a morir cantando se fuera tan triste a esa tumba en la que ahora rebuscan su penúltima pena.
Los miro hacer desde la distancia. Vuelvo a la casa en Isla Negra. "Cada uno envejece a su manera y el ancla se sostiene en la soledad como en su nave, con dignidad. Apenas si se le va notando en los brazos el hierro deshojado". Hasta donde penetró la navaja no se sabe, y parece que no importa demasiado. Certificar la crueldad con que la dictadura le tachó la alegría es una tarea que honra a los hombres y a la ciencia, pero aquella ignominia ya no tiene ni siquiera el remedio del olvido. "En el invierno el viento del mar desata furia, sal, espuma de las grandes olas, y la naturaleza aparece acongojada, víctima de una fuerza terrible".
Acaso esta investigación calme la furia del viento del mar, la ignominiosa noticia de que al poeta lo mataron con los hachazos tristes del odio, y que un puñal venenoso fue el último eslabón de su martirio.
Y si el poeta se hubiera ido andando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario