Manuscrito de "La sirena de agua dulce"
Versión 20, página 18
3 de octubre de 2015
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ADONAY SÓLO ERA DE ADONAY
Nueva versión
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No. Adonay no entregaría su voz, su dulce voz, por un par de piernas. No perdería la cabeza por un príncipe azul ni por ningún capitán portugués de ojos verdes.
Adonay sólo era de Adonay.
Durante noches había seguido las luces de los barcos dormidos. Plácidas noches salpicadas de estrellas. Toda curiosa y algo fascinada, había seguido la música de las fiestas móviles de caballeros elegantes y mujeres locas. Los fuegos artificiales se confundían con las estrellas, y los pasajeros, despeinados y eufóricos, estiraban los brazos al cielo.
Adonay era feliz cuando alguna dama ebria arrojaba al mar collares y tacones. O pretendía lanzarse desnuda a las profundidades.
Adonay se reía como una loca cuando los caballeros arrodillados juraban amor eterno y sólo querían el consuelo de una noche. El amor era una estrella fugaz.
Noches plácidas y noches tormentosas.
Naufragios.
Adonay había visto descender al fondo de los mares los ahogados más bellos, con los corbatines intactos, los viejos músicos, todavía aferrados a sus instrumentos, y las mujeres, con todas sus joyas y los cabellos desplegados como medusas.
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