Carol Dunlop |
Las cartas más tristes de Cortázar
Aparece la correspondencia del escritor y su mujer con una traductora, en la que cuenta conn dolorosas palabras sus tres últimos años de vida
Cortázar vive enterrado en una montaña postal, "como un personaje de Samuel Beckett", dice fatigado de los viajes, de las exigencias de un autor consagrado y de una enfermedad que ignora lleva dentro. "Las palabras son crudas, brutales, no dan por un lado lo específico de una situación, pero sí son ciertas; lo específico también está condicionado por ellas. Hace casi un año que sé, y soy la única en saberlo fuera de los médicos, que Julio tiene una leucemia crónica. Él no lo sabe, no lo tiene que saber, porque siendo como es, su mejor esperanza de vivir más y bien es no saberlo", escribe su segunda mujer, Carol Dunlop, el gran amor del autor de La vuelta al día en ochenta mundos (1967).
Carol se carteó durante tres años con la mayor sinceridad con Silvia Monrós-Stojakovic, traductora de Cortázar al serbocroata, y en ellas descubre la tragedia que guarda en silencio. En agosto de 1981, le cuenta que "hace tiempo que no tiene tiempo de escribir" y que, a pesar de las recomendaciones de su médico personal, "nunca más Julio volverá a vivir el infierno de la reanimación si no hay esperanza".
En esa misma extensa carta, Dunlop asegura a Silvia que nadie sabe cuánto tiempo puede durar la enfermedad. "Yo creo, realmente creo, que serán años y años. Tal vez entre tanto tomaremos en el buen momento el mal avión".
Tocado y hundido
Pero antes de la llegada de ese supuesto accidente aéreo que ayudaba a soportar la posibilidad de una muerte por enfermedad, ocurriría el fallecimiento de la propia Carol Dunlop. "Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla", escribe hundido Julio Cortázar a la traductora. "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón".
El libro ha mantenido los errores ortográficos originales
Desde entonces, un Cortázar dolorido, consciente de su inminente final, triste por la muerte de su amor, con un ánimo "todo lo bien que se puede estar después de este año tan hueco y triste". Son las cartas a una casi desconocida, en las que todos se entregan sin gracias ni mercedes. Es la correspondencia inédita hasta el momento, que recupera la editorial Alpha Decay en un sugerente libro (Correspondencia. Julio Cortázar, Carol Dunlop. Silvia MOnrós-Stojanovic), que aparecerá el 16 de abril en las librerías.
Como se apunta en la nota a la edición, Dunlop, norteamericana, y Monrós, serbia, se comunicaban en un castellano peculiar. La primera empezó a aprender castellano "de oídas" apenas dos años antes de que estas cartas fueran escritas. La segunda hablaba ya un castellano casi perfecto. Pero ponía menos cuidado cuando lo escribía, por lo que se observa en su sintaxis y ortografía. Aun así, los editores decidieron conservar esas "peculiaridades y errores", y realizar correcciones en casos en los que corriese peligro la comprensión del texto. El tono franco de las dos autoras se ha mantenido gracias a la decisión.
En carne viva
A lo largo de la lectura de estas nueve cartas y postales del escritor argentino, más cinco cartas de Dunlop y otras tantas de Silvia, la traductora suele acudir a la actualidad en Belgrado en sus escritos y a los problemas de traducción que le acarrea Rayuela: "He notado, sobre todo al traducir tus textos, que una de las palabras que empleas con preferente frecuencia es el verbo agazapar. La otra es el verbo rebasar".
Carol, mucho más entregada a la necesidad de hablar de sentimientos, descarna pronto sus palabras y le confiesa que le diagnosticaron un "pequeño principio de cáncer; me lo sacaron y aunque el tratamiento que tuve después era bastante deprimente, parece que ha sido eficaz. Tampoco podía decir la verdad a Julio, estaba todavía muy golpeado por su experiencia del verano e incluso sin esto no sé si se lo hubiera dicho".
"Silvia, no te escribe más por hoy. Estoy tan solo y deshabitado"
Al poco, en la misma misiva, retoma la alegría y le habla de ese gran proyecto que cerrarán juntos: Los autonautas de la cosmopista. Esa locura tan divertida, que les llevó a parar en todos los parkings que se encontraran en la autopista del Sur que une Marsella con París. Un mes en recorrer 800 kilómetros aproximadamente. "Nos divertimos como locos. Los locos que somos". Corta la descripción para apuntar a Silvia que le seguirá escribiendo en otro momento, porque "el grandote dice que ya es hora del trago de la tarde". Por cierto, beben vino porque "calcularon mal" la ración de whisky.
Se despide con un flashazo muy gráfico de cómo trabajó Cortázar ese viaje tan peculiar: "Julio te manda cariños. Está escribiendo a máquina también, sentado atrás, y tiene la mesita que nos sirve cuando llueve, como es el caso ahora. Estoy yo muy bien instalada en el asiento de pasajero adelante y mi máquina está en el del conductor. Todo perfecto. Pero tememos que en uno de estos algún viajero bien intencionado nos mande un psiquiatra en el próximo peaje".
Tras la satisfacción vuelven los asuntos más duros: la inevitable hepatitis de Cortázar ("inevitable después de haber recibido tanta sangre ajena"); el "esqueleto de vieja" de Carol, que le impide encontrarse con "mi cuerpo" y le hace imposible escribir la larga carta que quiere dedicarle a su amiga. "Mientras a mí me arden los huesos, Julio anda con un resfrío. Pero fuera de ello está muy bien y ya casi no hace la mimosa y sabe que si le ocurre disfrazarse de viejo, como intentó hacerlo dos o tres veces durante la convalecencia, le doy una palisa de joven".
Habitar la soledad
Después, el silencio. Y la llegada del Cortázar más triste, del escritor más harto de su cuerpo. "No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo, y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola". Ella tenía 30 años menos que él. Él estaba terriblemente enamorado, incapaz de salir adelante. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".
Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".
Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.
Cortázar y Carol Dunlop El Lobo y la Osita |
Reseña
CORRESPONDENCIA DE JULIO CORTÁZAR,
CAROL DUNLOP Y SILVIA MONRÓS
18 de junio de 2009
99 paginas. Eso es todo lo que tenemos. La correspondencia entre Julio Cortázar y Carol Dunlop, con Silvia Monrós, la traductora de Julio al serbocroata, es poca y cruda. Las cartas de inician en 1980 con una misiva de Silvia a Julio para anunciarle su intención de traducir Rayuela, y de paso invitarle a unas charlas en el Centro cultural estudiantil de Belgrado. La última carta es de Julio a finales de 1983. A nadie se le escapa que Carol murió en 1982. Las cartas de Julio son pocas, la mayoría son de Carol y de Silvia, y la mayoría entre ambas. Surgió una fuerte amistad entre las dos mujeres, que es muy palpable en todas las cartas y postales, quedando al descubierto íntimos pasajes de Carol referentes a la delicada salud de Julio, a sus miedos, sus matrimonios anteriores, a como vivir con un hombre como Julio. Silvia nos relata la situación política de la época, difícil, y nos muestra toda su admiración, mucha, por Julio, en casi todas las cartas dirigidas a el. De Julio la mayoría son postales, y alguna carta, lamentablemente la mayoría excusándose de no poder escribir mas a Silvia, o de no poder asistir a las charlas del Centro cultural, una pena.
A los que nos sigue fascinando Cortázar, a los que nos encanta, en este libro encontramos detalles íntimos sobre su vida y su salud, sobre su persona, su figura, sus ocupaciones, muchas de ellas vistas desde la mirada de Carol, que nos desvelan una imagen enriquecida del hombre. Así mismo las cartas de Silvia, sobre todo las primeras, muestran la tremenda admiración de esta por Julio, la enorme devoción por el escritor y por sus trabajos, y sus esfuerzos en la traducción de Rayuela; así mismo como el esfuerzo en mantener al escritor al día de todas las traducciones que se hacen en su país de todos sus textos, mandándole incluso, todos los diarios con las traducciones de los que ella es consciente.
En esta edición se han respetado los textos originales en castellano de los tres personajes, y eso es algo farragoso. Las cartas de Carol son complicadas de entender, puesto que su castellano era muy flojo y la manera de expresarse, de construir frases era en muchas ocasiones intuitiva, un lío. Las de Silvia tampoco son mucho mejores, pero son algo mas entendibles, y las frases están mejor construidas. De Julio solo se leen perfectas cartas. Salvo eso, y la edición, que para mi gusto es feísima (y que los señores de Alpha Decay me perdonen) el libro es muy enriquecedor, y una exquisitez para los Cortázarianos.
He dicho antes que era crudo. La correspondencia entre Carol y Silvia se interrumpe en Julio de 1982 con una última carta de Carol, leer esa carta y leer la siguiente de Julio destinada a Silvia anunciando la sorprendente muerte de Carol es un duro golpe, y en las palabras de Julio y de Silvia en cartas posteriores veremos el duro golpe que supuso para los dos. Así mismo la correspondencia entre Julio y Silvia se acaba en diciembre de 1983, con la trágica muerte de nuestro gran Cronopio solo 2 meses después.
Un buen libro para los que nos encantan no solo los textos de Cortázar, si no también el hombre que había detrás y cuanto le pasaba.
Carol Dunlop y Julio Cortázar |
Reseña
CORRESPONDENCIA
Por Pedro Crenes Castro
Las nuevas tecnologías han desplazado a las cartas escritas a mano y enviadas en un sobre por correos a la categoría de extravagancia. El correo electrónico y su inmediatez hacen que en pura lógica y pragmatismo le usemos en contra de aquellas. Esta inmediatez hace que se pierdan los espacios de espera, los compases de reflexión entre lo expresado y lo que se espera por respuesta.
Este regusto a pasado extravagante es una de las muchas maravillas de las que podemos disfrutar con la lectura de Correspondencia, que agrupa las cartas cruzadas entre Julio Cortázar, Carol Dunlop y Silvia Monrós- Stojakovic durante el periodo comprendido entre 1980-1983 y que publica con gran acierto la editorial Alpha Decay.
Para los que siguen a Cortázar y quieren saber más del genial escritor argentino esta es una gran ocasión de mirar al fondo de los sentimientos que tuvo el escritor cuando Carol Dunlop, la Osita, fallece dejándole sumido en una gran tristeza, “estoy tan solo y deshabitado” dice en una de las cartas a Silvia.
Este asomo a estas vidas escritas nos permite conocer la situación de los Balcanes durante la época, la ajetreada agenda de Cortázar, su amor por Nicaragua y como estaban tan metidos en el proyecto de “Los autonautas de la cosmopista”, con un entusiasmo inocente y juvenil. Es un acierto editorial no corregir el español de Carol Dunlop, así se conserva la fuerza de lo auténtico y deja ver el esfuerzo que hace por hablar y escribir nuestra lengua.
Pero es esta correspondencia una historia de amor: a la amistad, amor entre un hombre y una mujer y amor a los libros y a la literatura. Se vive cuando se lee un entusiasmo vital apasionante y unas ganas locas de vivir. Es también la crónica de una enfermedad que se llevo a Carol Dunlop y a Cortázar y que le toca vivir a Silvia que se queda sola si la amistad de esta pareja excepcional y que sume en un triste silencio su experiencia.
De prosa ágil, divertida y confidente, se antoja sin quererlo una historia, una novela epistolar que va revelando a cada carta, a cada palabra una nueva emoción que se convierte en el camino hacia lo inevitable.
Este regusto a pasado extravagante es una de las muchas maravillas de las que podemos disfrutar con la lectura de Correspondencia, que agrupa las cartas cruzadas entre Julio Cortázar, Carol Dunlop y Silvia Monrós- Stojakovic durante el periodo comprendido entre 1980-1983 y que publica con gran acierto la editorial Alpha Decay.
Para los que siguen a Cortázar y quieren saber más del genial escritor argentino esta es una gran ocasión de mirar al fondo de los sentimientos que tuvo el escritor cuando Carol Dunlop, la Osita, fallece dejándole sumido en una gran tristeza, “estoy tan solo y deshabitado” dice en una de las cartas a Silvia.
Este asomo a estas vidas escritas nos permite conocer la situación de los Balcanes durante la época, la ajetreada agenda de Cortázar, su amor por Nicaragua y como estaban tan metidos en el proyecto de “Los autonautas de la cosmopista”, con un entusiasmo inocente y juvenil. Es un acierto editorial no corregir el español de Carol Dunlop, así se conserva la fuerza de lo auténtico y deja ver el esfuerzo que hace por hablar y escribir nuestra lengua.
Pero es esta correspondencia una historia de amor: a la amistad, amor entre un hombre y una mujer y amor a los libros y a la literatura. Se vive cuando se lee un entusiasmo vital apasionante y unas ganas locas de vivir. Es también la crónica de una enfermedad que se llevo a Carol Dunlop y a Cortázar y que le toca vivir a Silvia que se queda sola si la amistad de esta pareja excepcional y que sume en un triste silencio su experiencia.
De prosa ágil, divertida y confidente, se antoja sin quererlo una historia, una novela epistolar que va revelando a cada carta, a cada palabra una nueva emoción que se convierte en el camino hacia lo inevitable.
De todas las cartas, la que más sabe a tristeza es la fechada el 13 de marzo de 1983en la que Cortázar cuenta a Silvia que una de sus cartas se desvío por circunstancias ajenas a ellos y Carol Dunlop no pudo leerla. Cortázar lo lamenta, le supone un sufrimiento más sobre la pérdida de la Osita y reconoce con profunda tristeza no puede llevársela con la alegría que siempre le entregaba su correo.
Al final reconoce Cortázar que está enfermo y de ánimo bien dentro del vacío y de la tristeza. Meses después Cortázar moriría de leucemia, incapaz como dice en esa última carta de escribir largo. La larga espera de aquella larga carta tiene que haber sido difícil y lo dramático del fin tiene que haber sido también muy duro. Pero eso ya pertenece al terreno de la especulación.
Lo que es cierto es que esta Correspondencia glosa perfectamente aquel viejo proverbio de la Biblia que dice que “las buenas noticias fortalecen los huesos”. Y de estas cartas se tras luce la buena sintonía y la alegría que se derivaba de cada carta recibida. Lástima que las cosas terminaran así, que la muerte nos halla privado de más de esta amistad. La verdad es que una de las cosas que la tecnología no se llevará jamás con las cartas es la amistad que se fragua por medio de ellas, sean electrónicas o extravagantemente escritas a mano y enviadas por correo. La amistad está por encima de cualquier formato.
Al final reconoce Cortázar que está enfermo y de ánimo bien dentro del vacío y de la tristeza. Meses después Cortázar moriría de leucemia, incapaz como dice en esa última carta de escribir largo. La larga espera de aquella larga carta tiene que haber sido difícil y lo dramático del fin tiene que haber sido también muy duro. Pero eso ya pertenece al terreno de la especulación.
Lo que es cierto es que esta Correspondencia glosa perfectamente aquel viejo proverbio de la Biblia que dice que “las buenas noticias fortalecen los huesos”. Y de estas cartas se tras luce la buena sintonía y la alegría que se derivaba de cada carta recibida. Lástima que las cosas terminaran así, que la muerte nos halla privado de más de esta amistad. La verdad es que una de las cosas que la tecnología no se llevará jamás con las cartas es la amistad que se fragua por medio de ellas, sean electrónicas o extravagantemente escritas a mano y enviadas por correo. La amistad está por encima de cualquier formato.
Estimado dueño del Blog " Todo o nada" : Le agradezco infinitamente el haber presentado en su Blog: Cortázar / Correpondencia de Cortázar, Carol Dunlop y Silvia Monrós. Es muy triste saber como fueron los últimos años de vida de Julio Cortázar, La Osita Carol y de su amiga Silvia.
ResponderEliminarUn brazo
Xeni